Esta época de Navidad, en la que el belén no falta en los hogares, es un buen momento para recordar el sentido de las imágenes sacras en nuestras casas.
Las imágenes sagradas nos recuerdan las realidades más sublimes, como la de un Dios encarnado que entró en nuestro tiempo y espacio.
El arte religioso y las imágenes sagradas son señales que salen a nuestro paso para marcarnos el camino.Las personas nos distraemos fácilmente con las preocupaciones cotidianas, por eso, crear una cultura visual católica en casa nos ayuda a centrarnos en nuestro objetivo final: «la comunión con Dios en el Cielo”.
La imagen por excelencia, la que no puede faltar en toda casa, es el crucifijo. Colgar el crucifijo sobre el marco de la puerta bendice a quienes entran a nuestro hogar. Los antiguos israelitas colocaron la sangre del cordero en los postes de sus puertas y fueron salvados de la muerte; y nosotros hemos sido salvados de la muerte eterna por la sangre derramada de Cristo en la Cruz.
Otra imagen a tener en un lugar céntrico es una talla de la Virgen María: “María, porque es el arca de la Nueva Alianza y el prototipo de toda la humanidad, como la primera y más fiel cristiana», y una imagen del santo patrón de cada miembro de la familia.
También es aconsejable entronizar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y consagrarse a Él y al Inmaculado Corazón de María; tener una benditera para volver a hacer del uso del agua bendita algo habitual; y, por último, colocar un pequeño altar o una Biblia abierta en el salón de casa.
Las imágenes sacras, previamente bendecidas, son sacramentales que hacen que la gracia llegue a aquellos que las observan.